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martes, 21 de julio de 2015

LLorar es medicina.

Cuantas veces gritamos por dentro. Cuantas veces hemos guardado la rabia. Cuantas veces escondemos nuestra fragilidad en una fachada dura. Cuantas veces camuflamos el dolor con una sonrisa.
Ocultamos nuestros sentimientos tal vez por miedo a que nos tachen de débiles, cuando por el contrario, todo el mundo sabe que hasta la persona más fuerte y dura del planeta es capaz de llorar. Y eso es un placer del que pocos disfrutamos. 
Digo placer porque llorar es medicina. Llorar es curar la enfermedad. Hacer que el volcán que llevamos dentro explote, que todas las sustancias que nos intoxican se expresen en forma de lágrimas para sentirnos mejor. 
Algunas personas se empeñan en aguantar al llegar a casa, cerrar la puerta, y el lloro se quede entre cuatro paredes, se apodere de la habitación. Pero por qué no convertir esas cuatro paredes en cuatro amigos. Amigos que hacen de betadine, gasa, soplo y tirita. Amigos que limpian heridas y hacen cicatriz. Amigos son casa. 
Te aconsejo que cambies de vez en cuando ese "No me pasa nada, estoy bien" por un "Déjame tu hombro, escúchame". No confundas el silencio con valentía, porque el lloro es cien veces más héroe. 
Llorar es un privilegio del que todos disponemos. Aprovéchalo.