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jueves, 21 de septiembre de 2017

Mía

Ella aun no lo sabe, pero es mía.

Es mía porque nos sonreímos con la mirada y nos devoramos con palabras. Pintamos noches con el carmín de nuestros labios y decoramos las farolas con solo apoyarnos. Somos arte. Es mía porque Madrid se queda corta ante su falda, sus piernas largas me hipnotizan cuando pasan y el vaivén de sus caderas son mi melodía favorita. Es mía porque solo hace falta un par de cervezas para ponernos cara de tontas, mejillas rojas y bocas a milímetros, conversaciones con doble sentido y flechas perdidas. Es mía porque los pies fríos son cómodos, las manos calientes refugio y su cama un cajón lleno de sueños compartidos. La quiero porque solo ella me besa las gafas, bebe de mi vaso y toca mi espalda. Es mía. No prometo nada, pero a ella le prometo todo. Es mía porque brilla ante cualquiera, pero para mi, es una constante de fuegos artificiales, nunca, repito, nunca, me canso de verla, deseo que sea interminable. Es viaje cada vez que la abrazo, acariciando arena fina, surcando cada recoveco sabiendo a poco, quedándome en los puertos que más me endulzan. Es mía porque bailamos sobre corazones rotos, alzadas en tacones que pasaban páginas, haciendo propuestas para un mundo dormido. Es mía porque soy con ella, libre, plena, sinvergüenza, valiente, aunque no todo lo que quisiera. Solo con miedo cuando me enfrento a sus ojos. Vaya par de focos. Mi chica revolucionaria, la de idas y venidas. Es mía porque ante su media luna me juego todo, no hay campo lleno de margaritas que igualen la belleza que irradia cuando se ríe, vistiéndome con 32 razones por las que me gusta.

Es mía porque es irrepetible.
Mía. 
Solo mía. 
Aunque ella, aun no lo sabe. 

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