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jueves, 2 de junio de 2016

Infancia.


Nos hacemos mayores, crecemos conquistados por el trabajo, el estrés, los estudios, los exámenes infumables, el agobio, los atascos, las facturas, el piso, el alquiler, el casero tocapelotas, las deudas, la pareja, el matrimonio, la suegra que no tragas, las inseguridades, las dudas, el agotamiento, el querer ser mejor que el resto, el ascenso, los despidos, el paro, y muchos etc. que aunque tú no te des cuenta se te nota, por dentro y por fuera, que te vas apagando. Peques te preguntan "¿Qué te pasa?¿Por qué estás triste?", la respuesta ya la sabéis..."Nada, cosas de mayores", viendo en lo que posiblemente se conviertan, personas sin luz. Está claro que debemos tener responsabilidades, pero también debemos darnos treguas, respirar, saber que toca en cada momento, no estar 24h bajo preocupación, hasta cuando duermes estás intranquilo/a. 

Yo, sí.
Bajo estos síntomas de persona vacía, preocupada por contagiarme de esta enfermedad, me vacuné con la mejor inyección, llamada "Infancia", que permite conservar esta esencia tan bonita. En mi caso, esa niña cuya mayor preocupación era no ser cogida en el pilla-pilla, completar lo antes posible su álbum de cromos, dominar chapas, canicas, combas, pelotas, peonzas y cualquier tipo de utensilio al alcance de su mano. La que se pintaba las uñas, deseando ser mayor, no le duraban ni dos días, y podríamos decir que siempre las llevaba despintadas. La cabeza loca que no se acordaba de un examen, "si la meto apruebo", donde la papelera era su optimismo y le daba hasta tres oportunidades. Que no falten los buenos desayunos, las meriendas después del cole y las re-meriendas de las 19:00pm. La que no soñaba con ser princesa pero tenía sueños enormes para lo pequeñita que era. Que reía tanto que le dolía la tripa, cuya payasez provocaba carcajadas, lágrimas y sonrisas a quemarropa. Culo inquieto que se sentaba de formas insospechadas, pintaba, cantaba, escribía, todo lo que quería lo hacia, no conocía la palabra límite. Canija despeinada acorde con su vida, su ropa colorida y alegría a flor de piel. Disfrutaba tanto, que su madre no ganaba para parches en las rodillas. 

Nos hacemos mayores, sí, pero evita esa conquista innecesaria con tú mejor guerrero, la infancia.Que tu 100% no sea persona vacía. La vida está demasiado infravalorada para lo inconmensurable y efímera que es al mismo tiempo. Saboreala. 

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, yo, os pregunto, ¿aún conserváis el niño o la niña que tenéis dentro?